Ser monaguillo
Por Padre Michael Kwatera, OSB
Mi papá solía decirme: “Si merece la pena hacer una cosa, merece la pena hacerla bien”. No era fácil levantarme muy temprano para ayudar a misa a las 6:30 de la mañana durante la semana. Tampoco era fácil quedarme despierto y alerto en la misa de gallo. Pero de algún modo, la oportunidad de ayudar a misa hizo que las cosas difíciles valieran la pena, más aun que el picnic anual para los monaguillos.
Ser monaguillos quiere decir servir a Dios y a su pueblo en la misa. Por esta razón, ayudar a misa merece la pena, y merece la pena hacerlo bien. Este es el motivo por el cual buenos monaguillos quien hacer todo lo posible.
El sacerdote que me preparó a mí y a los otros monaguillos en la escuela primaria nunca llamó lo que hacíamos en la misa un “ministerio”, aunque lo habría podido hacer. “Ministerio” es un término que se refiere a lo que hacen los lectores, los ministros de la comunión y el sacerdote para servir a Dios y a su pueblo en la misa. Los monaguillos son realmente ministros. Ayudan a misa, es decir que sirven a Dios y a su pueblo puesto que ayudan al sacerdote y a la asamblea a albar a Dios de la mejor manera posible. Por ayudar al sacerdote y a toras personas a llevar objetos especiales y llevar a cabo ciertas acciones en la misa, los monaguillos están realmente sirviendo a Dios.
¿Por qué el sacerdote necesita de los monaguillos para ayudarlo en la misa? Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los fieles piensan que el sacerdote no debe hacerlo todo en la misa. Por lo tanto, lo han ayudado varios grupos de gente como los diáconos, los lectores y los acólitos. Hoy día, los monaguillos hacen algunas tareas que los acólitos hacían previamente (como arreglar el altar y el sagrario antes de la misa, y recitar los responsos).
Hace siglos, un acólito traía el cáliz, las velas y otras cosas que hacían falta para la misa en un saco que llevaba arrojado sobre la espalda. Él solía preparar todo para la misa y, luego, ayudaba al sacerdote en el altar. Al terminar la misa, el acólito recogía todo y lo devolvía a su sitio.
Estos acólitos eran jóvenes que estudiaban para sacerdocio. Por eso, su servicio en el altar les proporcionaba una buena oportunidad para aprender lo que necesitaban saber acerca de la misa. Es la razón por la cual la Iglesia dijo que sólo los muchachos podían ser monaguillos, ya que sólo los hombres podían ser curas. Hoy, sigue vigente la regla según la cual sólo los hombres pueden ser curas y sólo los muchachos pueden ser monaguillos. Pero, ahora los monaguillos no necesitan estar estudiando para ser sacerdotes, y tampoco no todos los monaguillos llegan a ser sacerdotes cuando son mayores. La costumbre de tener sólo los muchachos como monaguillos ha cambiado, y ahora las muchachas pueden ser monaguillas también.
Puesto que los monaguillos dan de sí mismos para ayudar al sacerdote y a los fieles a celebrar mejor el culto, también ellos reciben la ayuda de Dios y su bendición. Parte del ministerio de los monaguillos consiste en ayudar a establecer el ritmo para todos los que participan en la misa. Lo que tú haces y cómo lo haces puede ayudar a los demás a comprender mejor la misa y a fortalecer su amor hacia Dios. Los monaguillos deberían tratar de estar muy comprometidos en la misa, a fin de que los demás se comprometan también. Los fieles en la Iglesia te van a observar con cuidado. No les interesa ver si te equivoca, aunque sí les gusta comprobar lo que significa estar comprometido en misa. La gente prestará más atención si te ve interesarte más mientras ayudas a misa.
El obispo Kenneth Untener de Sanginaw, Michigan, nos dice con razón que “nuestra manera de llevar las velas, las manera de hacer una genuflexión o de inclinar la cabeza si es que lo hacemos, nuestra postural estar sentados o de pie, si parecemos devotos y aplicados cuando no estamos desempeñando ningún papel; todo eso es muy importante. Hoy día, muchos monaguillos parecen no estar muy enterado de esto.
Aun en la misa, nuestras acciones y nuestra apariencia externa tiene mucho que decir, a los demás cómo nos sentimos adentro. En la misa, nuestras acciones y nuestra apariencia deberían manifestar que amamos a Dios y a su pueblo. Tendría que ser evidente para todos que nosotros pensamos que ayudar a misa merece la pena, y merece la pena hacerlo bien. Deberíamos trata de ser los mejores monaguillos posibles.
Ayudar a misa no ocurre exactamente de la misma manera en todas las parroquias porque los edificios de las parroquias, las asambleas y los sacerdotes son diferentes. Normalmente los sacerdotes celebran la misa como los demás sacerdotes, aunque puede hacer algunas cosas a su propio modo. Usualmente, el sacerdote te hablará de todo esto antes de empezar la misa. De lo contrario, procura estar atento/a y amoldar tus acciones a las suyas.
Si tú sabes lo que sucede normalmente en la misa, no debería ser demasiado difícil adaptarte. Es la razón por la cual la práctica es tan importante. Al igual que escuchar las instrucciones de un entrenador y la práctica esmerada transforman a las personas en un buen deportista, asimismo escuchar las instrucciones de nuestro maestro y la práctica esmerada harán de nosotros buenos monaguillos. Practicar significa trabajar, por lo tanto, llega con puntualidad y está dispuesto/a a aprender a servir a Dios y a su pueblo.
¡Que seas feliz sirviendo!
El autor es un sacerdote católico
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